Mirándola a los ojos de manera
especial, la llamo “señorita”… Cansada de ese antro abandonó la barra buscó su
bolso, ante el espejo; ordenó cabellos y ropa, dibujando una sonrisa en sus
labios. Tardó solamente tres minutos. Con prisa volvió al salón para descubrir
entre lágrimas seis solitarias monedas sobre el mostrador. Del libro Dioses Mortales: Morelia Muñoz