Kalym
se arrancó los brazos y los lazó a un abismo. Al llegar a su casa, su mujer le
preguntó sorprendida: -¿Qué has hecho con tus brazos? – Me cansé de ellos y me
los arranqué- respondió Kalym. –Tendrás que ir a buscarlos; vas a necesitarlos
para el almuerzo. ¿Dónde están? – En un abismo, muy lejos de aquí. – ¿Y cómo
has hecho para arrancártelos? –Me despegué el derecho con el izquierdo, y el
izquierdo con el derecho.-No puede ser-respondió su mujer-, pues necesitabas el
izquierdo para arrancarte el derecho, pero ya te lo habías arrancado. –Ya lo sé
mujer, mis brazos son algo muy extraño. Olvidemos eso por ahora y vayamos
adormir- dijo Kalym abrazando a su mujer. Del libro en los dientes de Raquel: Gabriel Jiménez Emán